Adaluna era una elfa que vivía en el bosque Áryoda en un mundo muy diferente al nuestro, llamado Grímbil. Vivía con un castor llamado Mífidus. Las únicas elfas o elfos del lugar eran ella y Lifana, una amiga que llevaba setenta años con ella. Los elfos pueden durar hasta doscientos años, por lo que Adaluna y Lifana era muy jóvenes, pues tenían ochenta años.
Vivían en una cabaña de troncos perfectamente pulidos por Mífidus. La cabaña estaba rodeada de árboles y por detrás había un río. Por fuera, estaba rodeada de flores silvestres y grandes hojas. No tenía ventanas y la puerta estaba decorada con unas burbujas de agua que se pegaban a la madera.
Los elfos son muy respetuosos con la naturaleza y por ello solo comen frutos, hortalizas, y algún que otro pescado, que en Grímbil, están rellenos de frambuesas azules. En Áryoda, no había ningún animal excepto la raza de Mífidus y los peces.
Adaluna y Lifana no tenían padres. Cerca de la ciudad de los elfos y los Árnesas, en un accidente, mataron a sus padres. La ciudad era triste y por las calles no paseaban muchos elfos. Todos tenían miedo, porque cerca de su mundo había un planeta peligroso, donde reina el mal y su rey está preparando ejércitos para atacar uno de los dos planetas que poblaban aquel universo,en el que solo estaba Grímbil, el planeta del mal y el mundo de los dragones. Scarnes era el rey de los dragones. Es un mundo en el que ni el más sabio sabe lo que ocurre allí.
Una mañana en la cabaña, Mífidus entró y despertó a las elfas con gran rapidez. Ellas no prestaban atención a lo que decía, porque estaban adormiladas, pero Mífidus estaba inquieto y preocupado. Como no le hacían caso, las agarró con sus enormes dientes y las llevó a la orilla del río. Estaban todos los peces muertos y el instinto animal de Mífidus le decía que si se metía en el agua acabaría como los peces.
Mífidus se quedó en la cabaña, mientras Adaluna y Lifana iban a la ciudad de los elfos. Por las calles se aproximaba un anciano de incontables años, con capucha y un traje negro. Sus dedos eran finos y arrugados y su cara paliducha. Era el viejo Elmes, el habitante más sabio de la ciudad. Su voz sonaba grave y preocupada. Parecía inseguro. Lifana y Adaluna quedaron con la boca abierta al oír lo que decía Elmes. A ellas dos les esperaba un futuro de luchas con los dragones y el planeta del mal. Serían las únicas salvadoras de su mundo y del de los dragones.
Cuando llegaron a la cabaña, Mífidus estaba herido y la cabaña destrozada. Algunos árboles se habían derrumbado en el río. De repente, apareció Scarnes con sus escamas lilas y brillantes y en su cabeza tenía dos cuernos y muchos símbolos de su raza. Era enorme y fuerte. Las elfas estaban aterradas al ver aquel dragón de tamaño descomunal.
Scarnes les explicó para que había venido a Grímbil, y precisamente a su cabaña. La explicación era sencilla: Adaluna y Lifana, tendrían que luchar con los dragones y derrotar al planeta del mal. Pero ahora eso no importaba. La preocupación para las elfas era Mífidus. Estaba gravemente herido y casi no se podía mover. Scarnes se disculpó, porque sabía que no iba a sobrevivir y en ese momento, Adaluna y Lifana rompieron a llorar. Llevaban cincuenta y dos años juntos.
Scarnes inició el vuelo con las elfas aún llorando en su grupa. Se dirigían al mundo de los dragones, pero cuando llegaron… ¡estaba todo destrozado! Todos los dragones se habían marchado y dejando atrás a todo un ejército del planeta del mal. Estaban todos muertos, menos el líder. Las elfas estaban aterrorizadas y Scarnes listo para atacar. Scarnes no pudo guardar más su furia y despegó. Adaluna tenía que distraer al líder mientras Scarnes llevaba a Lifana en su grupa.
La batalla fue larga, pero aún así ganaron. Aunque estaban agotados, se sentían aliviados y llenos de gloria. Con un enorme y potente rugido, Scarnes llamó a los dragones para que estos hicieron una reverencia dirigida a las elfas y a Scarnes. Éste les entregó un medallón que decía “Gracias salvadoras”.
Después de la celebración, Scarnes llevó a las elfas al bosque Áryoda, donde reconstruyeron la cabaña y enterraron a Mífidus.
¡Y así acaba esta historia!
Vivían en una cabaña de troncos perfectamente pulidos por Mífidus. La cabaña estaba rodeada de árboles y por detrás había un río. Por fuera, estaba rodeada de flores silvestres y grandes hojas. No tenía ventanas y la puerta estaba decorada con unas burbujas de agua que se pegaban a la madera.
Los elfos son muy respetuosos con la naturaleza y por ello solo comen frutos, hortalizas, y algún que otro pescado, que en Grímbil, están rellenos de frambuesas azules. En Áryoda, no había ningún animal excepto la raza de Mífidus y los peces.
Adaluna y Lifana no tenían padres. Cerca de la ciudad de los elfos y los Árnesas, en un accidente, mataron a sus padres. La ciudad era triste y por las calles no paseaban muchos elfos. Todos tenían miedo, porque cerca de su mundo había un planeta peligroso, donde reina el mal y su rey está preparando ejércitos para atacar uno de los dos planetas que poblaban aquel universo,en el que solo estaba Grímbil, el planeta del mal y el mundo de los dragones. Scarnes era el rey de los dragones. Es un mundo en el que ni el más sabio sabe lo que ocurre allí.
Una mañana en la cabaña, Mífidus entró y despertó a las elfas con gran rapidez. Ellas no prestaban atención a lo que decía, porque estaban adormiladas, pero Mífidus estaba inquieto y preocupado. Como no le hacían caso, las agarró con sus enormes dientes y las llevó a la orilla del río. Estaban todos los peces muertos y el instinto animal de Mífidus le decía que si se metía en el agua acabaría como los peces.
Mífidus se quedó en la cabaña, mientras Adaluna y Lifana iban a la ciudad de los elfos. Por las calles se aproximaba un anciano de incontables años, con capucha y un traje negro. Sus dedos eran finos y arrugados y su cara paliducha. Era el viejo Elmes, el habitante más sabio de la ciudad. Su voz sonaba grave y preocupada. Parecía inseguro. Lifana y Adaluna quedaron con la boca abierta al oír lo que decía Elmes. A ellas dos les esperaba un futuro de luchas con los dragones y el planeta del mal. Serían las únicas salvadoras de su mundo y del de los dragones.
Cuando llegaron a la cabaña, Mífidus estaba herido y la cabaña destrozada. Algunos árboles se habían derrumbado en el río. De repente, apareció Scarnes con sus escamas lilas y brillantes y en su cabeza tenía dos cuernos y muchos símbolos de su raza. Era enorme y fuerte. Las elfas estaban aterradas al ver aquel dragón de tamaño descomunal.
Scarnes les explicó para que había venido a Grímbil, y precisamente a su cabaña. La explicación era sencilla: Adaluna y Lifana, tendrían que luchar con los dragones y derrotar al planeta del mal. Pero ahora eso no importaba. La preocupación para las elfas era Mífidus. Estaba gravemente herido y casi no se podía mover. Scarnes se disculpó, porque sabía que no iba a sobrevivir y en ese momento, Adaluna y Lifana rompieron a llorar. Llevaban cincuenta y dos años juntos.
Scarnes inició el vuelo con las elfas aún llorando en su grupa. Se dirigían al mundo de los dragones, pero cuando llegaron… ¡estaba todo destrozado! Todos los dragones se habían marchado y dejando atrás a todo un ejército del planeta del mal. Estaban todos muertos, menos el líder. Las elfas estaban aterrorizadas y Scarnes listo para atacar. Scarnes no pudo guardar más su furia y despegó. Adaluna tenía que distraer al líder mientras Scarnes llevaba a Lifana en su grupa.
La batalla fue larga, pero aún así ganaron. Aunque estaban agotados, se sentían aliviados y llenos de gloria. Con un enorme y potente rugido, Scarnes llamó a los dragones para que estos hicieron una reverencia dirigida a las elfas y a Scarnes. Éste les entregó un medallón que decía “Gracias salvadoras”.
Después de la celebración, Scarnes llevó a las elfas al bosque Áryoda, donde reconstruyeron la cabaña y enterraron a Mífidus.
¡Y así acaba esta historia!
Alicia